Pajaros
Conejos
Luna era un pequeño conejo blanco con grandes ojos curiosos. Al principio, su familia la cuidaba con cariño, pero con el tiempo, la novedad se desvaneció. La jaula de Luna quedó olvidada en un rincón del jardín, y poco a poco, su familia dejó de prestarle atención.
Un día, sin previo aviso, la familia decidió abandonarla. La dejaron en un campo cercano, pensando que podría sobrevivir sola. Luna, asustada y perdida, vagó por días buscando comida y refugio, pero la soledad y el frío comenzaron a afectar su salud.
Finalmente, Luna no pudo resistir más. Su pequeño cuerpo sucumbió a las adversidades del mundo exterior. Fue una triste historia de abandono, donde una mascota que solo quería amor y cuidado terminó sola y desprotegida.




Un pequeño pájaro llamado cielo vivía en una jaula de una tienda de mascotas. Sus plumas eran de un verde brillante, y sus cantos llenaban el aire con una dulce melodía. Cada día, las personas pasaban por la tienda y admiraban su belleza, pero nadie parecía interesarse en llevarlo a su hogar.
Con el tiempo, Cielo comenzó a sentirse triste. Su jaula era pequeña, y aunque tenía comida y agua, lo que más deseaba era volar libremente por el cielo. Sin embargo, nadie lo adoptaba. Un día, la tienda cerró y, en lugar de ser trasladado a un lugar donde pudiera ser feliz, Cielo fue dejado atrás en una esquina polvorienta, olvidado.
Años pasaron, y el pequeño pájaro nunca llegó a conocer la libertad. Sus alas ya no podían volar como antes, y su canto se volvió apagado. Cielo solo soñaba con un cielo abierto, pero la vida lo había confinado en su jaula, sin haber conocido la verdadera felicidad que merecía.


Había una vez un pequeño gecko llamado Rayo, que vivía en una tienda de mascotas. Su piel, de un verde vibrante, le permitía camuflarse perfectamente entre las rocas, y sus ojos grandes y curiosos siempre miraban atentamente a las personas que pasaban. Rayo era tranquilo y observador, pero siempre soñaba con un lugar donde pudiera correr libremente, sin estar encerrado en una jaula.
Un día, una familia lo adoptó, y Rayo pensó que finalmente sería libre. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su nuevo hogar no era lo que había imaginado. La familia no sabía cómo cuidar de un reptil y, después de algunas semanas, dejaron de prestarle atención. Rayo pasó sus días en una pequeña caja, sin espacio para moverse, y sin la calidez que tanto necesitaba.
Finalmente, un día, la familia decidió abandonarlo. Lo soltaron en un parque cercano, creyendo que él podría sobrevivir por sí mismo. Rayo, perdido y asustado, intentó adaptarse a su nuevo entorno, pero el frío y la falta de alimento lo hicieron vulnerables. Su pequeña esperanza de encontrar un hogar cálido se desvaneció, y quedó atrapado en un mundo que no entendía, recordando siempre los días en los que soñó con ser libre.



